sábado, 30 de diciembre de 2023

TOB - Fiesta de la Sagrada Familia - Refugiados pero confiados en Dios - Lc 2, 41-52

A pesar de que los llamamos la Sagrada Familia, eso no significa que nunca tuvieron problemas que enfrentar, como debe hacerlo toda familia. Para decirlo de otra manera, así como cada seguidor de Jesús tiene que llevar una cruz, así también la santa familia tuvo que experimentar la cruz en su vida compartida.

Para mencionar solo algunos ejemplos, podemos imaginar lo mal entendidos que tanto María como José debieron haber sido acerca de la concepción de Jesús antes de que vinieran a vivir juntos. José estaba planeando incluso divorciarse de María en privado antes de que se le asegurara que era la obra de Dios.

Nueve meses después, el lugar de nacimiento de Jesús era un refugio de animales, ya que no se podían encontrar mejores alojamientos. Luego, la familia tuvo que huir como refugiados a Egipto porque la vida del niño Jesús estaba en peligro por parte del rey Herodes, del mismo modo en que los refugiados de países devastados por la guerra tienen que huir para salvar sus vidas.

Más tarde, cuando Jesús tenía doce años, se les perdió durante tres días, luego tuvieron que lidiar con la insatisfactoria explicación de que "tenía que ocuparse de los asuntos de su padre". Sin embargo, él regresó con ellos a Nazaret y fue obediente a ellos, en el ritmo tranquilo de la vida familiar en su pueblo. Después de eso ya no volvemos a escuchar de José, así que suponemos que murió antes de que Jesús comenzara su ministerio público. 

Entonces, también, la vida pública de Jesús debe haber hecho mella en María. En el Templo, cuando él era un infante, el viejo Simeón predijo que una espada de dolor atravesaría el alma de María. Cómo debió haberle dolido escuchar a sus enemigos decir que Jesús era un glotón y un borracho, amigo de los recaudadores de impuestos y los pecadores, y al final, cuando María vio a su hijo morir en desgracia pública, en la cruz.

¿Qué sostuvo a la familia de Nazaret a través de todas estas pruebas y cruces? Lo mismo que mantiene unidas a las familias en tiempos de dificultad: el amor y la confianza. Cuando las familias son felices, es porque valoran el amor y el respeto. Una gran amenaza para la familia de hoy es el no pasar suficiente tiempo juntos. nos ocupamos tanto trabajando, conociendo a nuestros amigos, usando nuestros teléfonos y aparatos electrónicos o frente al televisor que parece que nunca tenemos tiempo para escucharnos unos a otros.

Una mujer adinerada y exitosa vivía a cierta distancia de su viejo y viudo padre.
Pasaron meses desde que lo había visto y cuando su padre llamó para preguntar cuándo podría visitar a su hija,
ella detalló muchas razones que la mantenían demasiado ocupada para verlo,
horarios de la corte, reuniones, nuevos clientes, investigaciones, etc. ,
'Cuando muera, ¿quieres venir a mi funeral?'
La hija estaba indignada.
"Papá, no puedo creer que me hayas preguntado eso. ¡Por supuesto, voy a venir!"
Él sonrió y dijo:
"Bien. Entonces olvida mi funeral y ven a verme ahora. Te necesito ahora más de lo que lo haré entonces.
Ella recibió el mensaje y comenzó a visitarlo regularmente después de eso.
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________

     Lecturas Bíblica en Lenguaje Latinoamericano, Ciclo B, Fiesta de la Sagrada Familia
____________________________________________________________________________________________________________________________________________
Primera lectura: Sir 3, 3-7. 14-17a

El Señor honra al padre en los hijos y respalda la autoridad de la madre sobre la prole.
El que honra a su padre queda limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre.

Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada;
el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre.

Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes tristeza;
aunque se debilite su razón, ten paciencia con él y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor.
El bien hecho al padre no quedará en el olvido y se tomará a cuenta de tus pecados.

O bien:

Gn 15, 1-6; 21, 1-3
En aquel tiempo, el Señor se le apareció a Abram y le dijo: “No temas, Abram.
Yo soy tu protector y tu recompensa será muy grande”.
Abram le respondió: “Señor, Señor mío, ¿qué me vas a poder dar, puesto que voy a morir sin hijos?
Ya que no me has dado descendientes, un criado de mi casa será mi heredero”.
Pero el Señor le dijo: “Ése no será tu heredero, sino uno que saldrá de tus entrañas”.
Y haciéndolo salir de la casa, le dijo: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes”.
Luego añadió: “Así será tu descendencia”.
Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo.
Poco tiempo después, el Señor tuvo compasión de Sara,
como lo había dicho y le cumplió lo que le había prometido.
Ella concibió y le dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había predicho.
Abraham le puso por nombre Isaac al hijo que le había nacido de Sara.
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________

Salmo Responsorial: Salmo 127, 1-2. 3. 4-5 (R. 1)
Dichoso los que teme al Señor 
y sigue sus caminos:
comerá del fruto de tu trabajo, 
será dichoso, le irá bien.
R. Dichoso el que teme al Señor.

Su mujer, como vid fecunda, en medio de tu casa;
sus hijos, como renuevos de olivo, 
alrededor de su mesa.
R. Dichoso el que teme al Señor.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. 
"Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén 
todos los días de tu vida."
R. Dichoso el que teme al Señor.

O bien:
Sal 104, 1b-2. 3-4. 5-6. 8-9 c/ R. (7a. 8a) 

El Señor nunca olvida sus promesas.
Aclamen al Señor y denle gracias,
relaten sus prodigios a los pueblos.
Entonen en su honor himnos y cantos,
celebren sus portentos.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.

Del nombre del Señor enorgullézcanse
y siéntase feliz el que lo busca.
Recurran al Señor y a su poder
y a su presencia acudan.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.

Recuerden los prodigios que él ha hecho,
sus portentos y oráculos,
descendientes de Abraham, su servidor,
estirpe de Jacob, su predilecto.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.

 Ni aunque transcurran mil generaciones,
se olvidará el Señor de sus promesas,
de la alianza pactada con Abraham,
del juramento a Isaac, que un día le hiciera.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________

Segunda lectura:  Col 3, 12-21
Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a él y les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión. 

Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos.

Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo.

Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor. Maridos, amen a sus esposas y no sean rudos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque eso es agradable al Señor. Padres, no exijan demasiado a sus hijos, para que no se depriman.

O bien:

Col 3:12-17
Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes,
los ha consagrado a él y les ha dado su amor,
sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes.
Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes.
Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión.

Que en sus corazones reine la paz de Cristo,
esa paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo.
Finalmente, sean agradecidos.

Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza.
Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan.
Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales;
y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús,
dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo.

O bien: Hb 11, 8. 11-12. 17-19

Hermanos: Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba,
partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad,
pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa;
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia, numerosa
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba,
se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa,
porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre.
 Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos;
por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________

Aclamación antes del Evangelio: Hechos 16, 14b
R. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las palabras de tu Hijo.
R. Aleluya.


O bien:
Heb 1, 1-12
R. 
Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras
habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas.
Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo.

R. Aleluya.
__________________________________________________________________________________________

Evangelio: Lc 2, 22-24

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés,
ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
de acuerdo con lo escrito en la ley: 
Todo primogénito varón será consagrado al Señor,
y también para ofrecer, como dice la ley,
un par de tórtolas o dos pichones.

según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón,
varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel;
en él moraba el Espíritu Santo,
el cual le había revelado
que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor.
Movido por el Espíritu, fue al templo,
y cuando José y María entraban con el niño Jesús
 para cumplir con lo prescrito por la ley,
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.,

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

O bien: Lc 2, 22. 39-40

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

_____________________________________________________________________________________________________________________________________________

No hay comentarios.:

Publicar un comentario