sábado, 9 de diciembre de 2023

TOB - 3er Semana de Adviento - Encontrando nuestra verdad personal - Jn 1, 6-8. 19-28


Todos en el fondo, tenemos un instinto para buscar y procurar la verdad. El evangelio dice que Dios es verdad, pero que nunca lo podemos comprender completamente con nuestras mentes o nuestros corazones.

Pero, aún en contra de las convicciónes establecidas y anheladas, debemos buscar siempre la verdad, aunque el camino sea largo, doloroso. Hay que intentar acercarnos a la verdad: sobre nuestro mundo, sobre los demás, sobre nosotros mismos como individuos y sobre Dios.

Cuestionemos con la esperanza de que nuestra búsqueda nos acerque a la verdad.

Cuando las autoridades religiosas preguntan a Juan el Bautista: "¿Quién eres?" Y "¿Por qué bautizas?" Juan responde declarando quién no es. Tenía claro que él no era el Cristo, el Mesías.

Él no es el novio, sino el amigo del novio que se regocija con la voz del novio. Juan se declara como "la voz" que clama en el desierto; él no es "la Palabra", solo la voz, No es la luz, sino el testigo de la luz. 

Juan bautiza para abrir los ojos de la gente a la persona parada entre ellos, al Mesías que estaba en medio de ellos sin que se dieran cuenta. Quiere dar a conocer al que ya está entre nosotros, pero a quien ellos desconocen.

La gran luz ya brilla entre ellos y Juan daba testimonio de esa luz. La pregunta "¿Quién eres?", nos lleva a preguntarnos ¿Quién soy yo ante Dios? Juan el Bautista, el gran santo de Adviento, nos ayuda a entender lo que somos en virtud de nuestro bautismo, lo que Dios nos llama a ser.

Cierto, no somos el Mesías ni somos la luz. Hay  áreas oscuras en nuestras vidas y en nuestros corazones, sin embargo, somos testigos de la Luz. Aunque estamos lejos de ser perfectos, somos, no obstante, llamados a ser testigos de Cristo.

Juan el Bautista dice "está entre ustedes, desconocido para ustedes,
el que viene detrás de mí."
El Señor está entre todos nosotros, pero sigue siendo desconocido para muchos. Tenemos que darle a conocer, permitirle brillar en nuestro mundo a través de nuestras vidas. Juan usó su voz para dar a conocer la luz, nosotros también debemos usar nuestra voz para dar a conocer a Cristo.

Debemos usar el don de la comunicación, los dones del habla, la escritura y el internet para proclamar a la persona de Cristo, su cosmovisión, sus valores y sus actitudes. Lo que comunicamos y cómo lo comunicamos, permite al Señor comunicarse a través de nosotros. Quiénes somos testigos de la luz, la voz de la Palabra, vivimos de la manera en que lo hacemos. 

El Adviento es un buen momento para reclamar nuestra identidad vinculada a Cristo. Si Jesús va a nacer hoy, lo hará en los corazones de sus seguidores.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - 3er Domingo de Adviento - TOB
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Primera lectura: Is 61, 1-2. 10-11

El espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido y me ha enviado
para anunciar la buena nueva a los pobres,
a curar a los de corazón quebrantado,
a proclamar el perdón a los cautivos,
la libertad a los prisioneros,
y a pregonar el año de gracia del Señor.

Me alegro en el Señor con toda el alma
y me lleno de júbilo en mi Dios,
porque me revistió con vestiduras de salvación
y me cubrió con un manto de justicia,
como el novio que se pone la corona,
como la novia que se adorna con sus joyas.

Así como la tierra echa sus brotes
y el jardín hace germinar lo sembrado en él,
así el Señor hará brotar la justicia
y la alabanza ante todas las naciones.
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Salmo Responsorial: Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54 /
R. (Is 61, 10b) Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.

Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso los ojos en la humildad de su esclava.
R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre y su misericordia llega,
de generación en generación, a los que lo temen.
R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.

A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo.
R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
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Segunda Lectura: 1 Ts 5, 16-24
Hermanos:
Vivan siempre alegres,
oren sin cesar,
den gracias en toda ocasión,
pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús.

No impidan la acción del Espíritu Santo,
ni desprecien el don de profecía;
pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno.

Absténganse de toda clase de mal.
Que el Dios de la paz
los santifique a ustedes en todo
y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo,
se conserve irreprochable
hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo.

El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa.
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Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí.
Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 1, 6-8. 19-28
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista,
cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle:
"¿Quién eres tú?"
Él reconoció y no negó quién era.
Él afirmó: "Yo no soy el Mesías".

De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?" Él les respondió: "No lo soy". "¿Eres el profeta?" Respondió: "No". Le dijeron: "Entonces dinos quién eres,
para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?"

Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Enderecen el camino del Señor', como anunció el profeta Isaías".

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron:
"Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?"

Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno,
al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí,
a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias".

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.
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