sábado, 9 de diciembre de 2023

TOB - 2da de Adviento - El mensaje desafiante de Juan - Evangelio: Mc 1, 1-8


El llamado de Juan el Bautista a la conversión es un hecho exigente y esperanzador a la vez. Su palabra se  convierte en una palabra desafiante pero también consoladora, Juan nos llama a volver nuestros corazones, a vivir con quien nos ofrece la vida.

La voz que clama en el desierto es en verdad una voz de consuelo. 

Isaías nos dice que Yahvé pide a sus profetas 'Consuelen a su gente, que les dén ánimo y no los hagan sentir poca cosa e inútiles, le pide que sean para ellos ánimo y consuelo. Él no admite pesimistas ni nubenegras. Yahvé habla al corazón de Jerusalén." Isaías declara, 'Aquí viene el Señor con poder'.

La palabra "poder" en Yahvé no es una voluntad autoritaria para dominar a los demás. El poder del Señor del que habla Isaías es de un tipo diferente. 

Dios es como un pastor que alimenta a su rebaño, 
juntando corderos en sus brazos, sosteniéndolos sobre su pecho 
y guiando suavemente a las ovejas-madres que están por dar a luz. 

Éste es un poder muy tierno, una fuerza de vida, de amor fiel y duradero, 
un amor que reúne, nutre y tranquiliza. 
Este es el Dios a quien Juan el Bautista nos invita a redescubrir este Adviento.

Es este Dios que viene a nosotros en la persona de Jesús de Nazaret. 
En el evangelio, el Bautista se refiere a Jesús como "más poderoso que yo". 
Él es el más poderoso, en el sentido de que la primera lectura define el poder. 

Es Jesús quien da expresión plena al amor tierno de Dios que trae sanidad 
a los quebrantados, fuerza a los débiles y descanso a los cansados. 
Es este Jesús adulto, ahora Señor resucitado, cuya venida hacia nosotros y cuya presencia entre nosotros es la que celebramos en Navidad. 

Este Adviento, el Bautista nos llama a preparar un camino en nuestras vidas para la venida de este Señor, este Pastor tierno y cariñoso, en quien, como se dice en el Salmo responsorial, "la misericordia y la fidelidad se han encontrado, la justicia y la paz se han abrazado". 

Que en este Adviento tratemos de cumplir y vivir este mandato, que nuestra fe pueda dar mayor profundidad a todos nuestros otros encuentros.

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Lecturas Bíblicas en lenguaje Latinoamericano - 2do Domingo de Adviento - TOB
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Primera lectura: Is 40, 1-5. 9-11
"Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. 
Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó 
el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados".

Una voz clama: "Preparen el camino del Señor en el desierto,
construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios.

Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. 
Entonces se revelará la gloria del Señor 
y todos los hombres la verán". Así ha hablado la boca del Señor. 

Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión;
alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén.
Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá:
"Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder,
el que con su brazo lo domina todo.
El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden.
Como pastor apacentará su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos
y atenderá solícito a sus madres''.
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Salmo Responsorial: Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 / 

R. (8)
 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador.

 Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador.

 La misericordia y la fidelidad se encontraron, la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra, y la justicia vino del cielo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador.

 Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador.
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Segunda Lectura: 2 Pe 3, 8-14
Queridos hermanos: No olviden que para el Señor, un día es como mil años y mil años, como un día.

No es que el Señor se tarde, como algunos suponen, en cumplir su promesa, sino que les tiene a ustedes mucha paciencia, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.

El día del Señor llegará como los ladrones.

Entonces los cielos desaparecerán con gran estrépito, los elementos serán destruidos por el fuego y perecerá la tierra con todo lo que hay en ella. 

Puesto que todo va a ser destruido, piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos.

Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por lo tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha ni reproche.
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Aclamación antes del Evangelio: 
R.
 Aleluya, aleluya.
Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos,
y todos los hombres verán al Salvador.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mc 1, 1-8
Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 
En el libro del profeta Isaías está escrito:
He aquí que yo envío a mi mensajero 
delante de ti, a preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto: 
"Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos".

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

Proclamaba: "Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
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