Todo lo que le sucedió a Jesús fue parte de un plan divino.
Él vino con un propósito y, a medida que la vida se desarrollaba,
se hizo más claro para él cuál era ese propósito.
Para nuestro crecimiento espiritual, es bueno recordar que Jesús "creció en sabiduría, edad y gracia con Dios y con los demás" (Lc 2,52). Él entendió mejor su misión a medida que pasaba el tiempo.
¡Él asumió plenamente nuestra humanidad y, por lo tanto,
no supo de antemano exactamente cada detalle de su futuro!
Hoy, Jesús nos recuerda que "sin cruz, no hay corona".
La corona del Reino es para los que aceptan su cruz y lo siguen.
No podemos llegar a la Pascua sin pasar por el Viernes Santo. Nuestros pecados de omisión se basan principalmente
en el temor a comprometernos con los valores del Evangelio,
sin saber lo que nos costará.
Es posible que deseemos llegar a Semana Santa, pero eludir el Viernes Santo.
Él vino con un propósito y, a medida que la vida se desarrollaba,
se hizo más claro para él cuál era ese propósito.
Para nuestro crecimiento espiritual, es bueno recordar que Jesús "creció en sabiduría, edad y gracia con Dios y con los demás" (Lc 2,52). Él entendió mejor su misión a medida que pasaba el tiempo.
¡Él asumió plenamente nuestra humanidad y, por lo tanto,
no supo de antemano exactamente cada detalle de su futuro!
Hoy, Jesús nos recuerda que "sin cruz, no hay corona".
La corona del Reino es para los que aceptan su cruz y lo siguen.
No podemos llegar a la Pascua sin pasar por el Viernes Santo. Nuestros pecados de omisión se basan principalmente
en el temor a comprometernos con los valores del Evangelio,
sin saber lo que nos costará.
Es posible que deseemos llegar a Semana Santa, pero eludir el Viernes Santo.
"Sin cruz, no hay corona". Debemos soportar el dolor a corto plazo para obtener ganancias a largo plazo.
Hay un costo en Pentecostés, y vivir la vocación cristiana es una especie de morir a sí mismo al servicio de los demás.
Esta perspectiva puede hacer que nos contengamos, que demoremos, que pospongamos las acciones necesarias,
con la esperanza de que el desafío desaparezca por sí solo.
Esto incluye patrones de comportamiento, adicciones, compulsiones e injusticia hacia los demás.
No debemos seguir posponiendo y mucho menos dudando.
Hay un costo en Pentecostés, y vivir la vocación cristiana es una especie de morir a sí mismo al servicio de los demás.
Esta perspectiva puede hacer que nos contengamos, que demoremos, que pospongamos las acciones necesarias,
con la esperanza de que el desafío desaparezca por sí solo.
Esto incluye patrones de comportamiento, adicciones, compulsiones e injusticia hacia los demás.
No debemos seguir posponiendo y mucho menos dudando.
Hay una hermosa leyenda sobre nuestros planes y los planes de Dios.
Tres árboles jóvenes crecían juntos en el bosque, cada uno sano y ambicioso.
Al comparar sus sueños, uno quería ser construido en un castillo o un palacio,
y así participar en la vida de la alta y poderosa sociedad.
El segundo quería convertirse en el mástil de uno de los grandes barcos, navegando por el mundo con un gran sentido de la aventura.
El tercero esperaba terminar como parte de algún monumento público, donde el público se detendría, admiraría y tomaría fotografías.
Pasaron los años, y los tres fueron cortados.
El primero fue cortado, y partes de él se juntaron para formar un pesebre para un establo en Belén.
El segundo fue cortado, y el tronco fue recogido para formar un bote, que fue lanzado en el Mar de Galilea.
El tercero fue cortado en secciones, dos de ellas clavadas juntas para formar una cruz en el Calvario.
Cada uno tenía una parte única y especial para jugar en la gran historia de la redención.
Como vemos, al final, todo es usado para la mayor gloria de Dios y para gloria nuestra que somos su imagen.
Tres árboles jóvenes crecían juntos en el bosque, cada uno sano y ambicioso.
Al comparar sus sueños, uno quería ser construido en un castillo o un palacio,
y así participar en la vida de la alta y poderosa sociedad.
El segundo quería convertirse en el mástil de uno de los grandes barcos, navegando por el mundo con un gran sentido de la aventura.
El tercero esperaba terminar como parte de algún monumento público, donde el público se detendría, admiraría y tomaría fotografías.
Pasaron los años, y los tres fueron cortados.
El primero fue cortado, y partes de él se juntaron para formar un pesebre para un establo en Belén.
El segundo fue cortado, y el tronco fue recogido para formar un bote, que fue lanzado en el Mar de Galilea.
El tercero fue cortado en secciones, dos de ellas clavadas juntas para formar una cruz en el Calvario.
Cada uno tenía una parte única y especial para jugar en la gran historia de la redención.
Como vemos, al final, todo es usado para la mayor gloria de Dios y para gloria nuestra que somos su imagen.
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Primera lectura: Is 50, 5-9
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras
y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba.
No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido,
por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado.
Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí?
¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa?
Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?''
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Salmo Responsorial: Salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 (9) R. Caminaré en la presencia del Señor.
Amo al Señor porque escucha el clamor de mi plegaria,
porque me prestó atención cuando mi voz lo llamaba.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
Redes de angustia y de muerte me alcanzaron y me ahogaban.
Entonces rogué al Señor que la vida me salvara.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo.
A mí, débil, me salvó y protege a los sencillos.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
Mi alma libró de la muerte; del llanto los ojos míos,
y ha evitado que mis pies tropiecen por el camino.
Caminaré ante el Señor por la tierra de los vivos.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano TOB 24 Domingo
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Primera lectura: Is 50, 5-9
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras
y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba.
No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido,
por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado.
Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí?
¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa?
Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?''
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Salmo Responsorial: Salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 (9) R. Caminaré en la presencia del Señor.
Amo al Señor porque escucha el clamor de mi plegaria,
porque me prestó atención cuando mi voz lo llamaba.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
Redes de angustia y de muerte me alcanzaron y me ahogaban.
Entonces rogué al Señor que la vida me salvara.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo.
A mí, débil, me salvó y protege a los sencillos.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
Mi alma libró de la muerte; del llanto los ojos míos,
y ha evitado que mis pies tropiecen por el camino.
Caminaré ante el Señor por la tierra de los vivos.
R. Caminaré en la presencia del Señor.
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Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe,
si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?
si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?
Supongamos que algún hermano o hermana
carece de ropa y del alimento necesario para el día,
y que uno de ustedes le dice:
"Que te vaya bien; abrígate y come",
pero no le da lo necesario para el cuerpo,
¿de qué le sirve que le digan eso?
Así pasa con la fe;
si no se traduce en obras, está completamente muerta.
carece de ropa y del alimento necesario para el día,
y que uno de ustedes le dice:
"Que te vaya bien; abrígate y come",
pero no le da lo necesario para el cuerpo,
¿de qué le sirve que le digan eso?
Así pasa con la fe;
si no se traduce en obras, está completamente muerta.
Quizá alguien podría decir: "Tú tienes fe y yo tengo obras.
A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio,
con mis obras te demostraré mi fe".
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A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio,
con mis obras te demostraré mi fe".
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Aclamación antes del Evangelio: Gál 6, 14
R. Aleluya, aleluya.
No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
R. Aleluya.
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R. Aleluya, aleluya.
No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mc 8, 27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas".
Entonces él les preguntó: "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?"
Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías".
Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles
que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho,
que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte
y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás!
Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres".
Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz
y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá;
pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará".
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Entonces él les preguntó: "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?"
Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías".
Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles
que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho,
que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte
y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás!
Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres".
Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz
y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá;
pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará".
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