domingo, 17 de octubre de 2021

TOB 30vo Domingo - Lo que Quiero de Dios - Mc. 10, 46-52

En los evangelios vemos muchas personas ciegas que son sanadas, pero éste pasaje sobre Bartimeo es muy especial e ilustrativo.
El pobre hombre no veía nada, pero cuando escuchó que Jesús de Nazaret estaba pasando, tomó una decisión para él desafiante pero muy importante. en vez de esperar sentado, tenía que ir a su encuentro para no perder el paso de Jesús, pedir que lo curaran. Todos decían que Jesús tenía el poder de sanar, pero él, tenías que llamar su atención y pedir que lo curaran. era su gran deseo.

Bartimeo era muy consciente de lo que estaba mal con él, y estaba dispuesto a remediarlo!
Cuando le gritó a Jesús tratando de llamar su atención, las personas a su alrededor trataron de callarlo;
pero él, gritó más fuerte, y siguió gritando hasta que Jesús se detuvo y lo llamó.
Aunque Bartimeo era ciego, Jesús se quedó donde estaba y dejó que el ciego se acercara a él.
Si realmente quería ser curado, encontraría la manera de llegar a Jesús

Era obvio que el hombre era ciego
y, sin embargo, Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?".
Bartimeo tenía que reconocer su problema por sí mismo.
Igual que él, si uno de nosotros necesita curarse de algo,
ya sea ceguera, alcoholismo, depresión o cualquier adicción,
debemos reconocer nuestro problema y decirle a Dios lo que está mal en nosotros.
Necesitamos nombrar, mencionar lo que queremos de Dios.
Por supuesto, él conoce nuestras necesidades y, sin embargo, dice: "Pide con y recibirás".
"Tu Padre celestial seguramente se lo dará a los que lo pidan con fe".

Las palabras de Bartimeo eran simples y sencillas; sin discurso largo, ni regateos ni engaños.
"Quiero ver" fue su respuesta directa.
Y Jesús le dijo que su fe lo había sanado.
Con razón, este ciego sabía que Jesús no se apartaría del clamor de los pobres.
Piensa en lo que hizo: tiró a un lado su vieja capa, se levantó y corrió hacia Jesús.
La vieja capa puede ser un símbolo de su pasado, su oscuridad, su desesperación.
Hizo un acto de fe llena de esperanza, y Jesús no lo decepcionó.
Todos los intentos de los espectadores por silenciarlo lo hicieron más decidido.
Tenía claro lo que quería y sabía quién podía ayudarlo.
Es por eso, que en Bartimeo, también nosotros podemos aprender
una lección de esperanza, confianza y de fe, aquí y ahora.


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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, Semana 30 TOB
Esto dice el Señor: "Griten de alegría por Jacob,
regocíjense por el mejor de los pueblos; proclamen, alaben y digan:
'El Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel'.

He aquí que yo los hago volver del país del norte y los congrego desde los confines de la tierra.
Entre ellos vienen el ciego y el cojo, la mujer encinta y la que acaba de dar a luz.

Retorna una gran multitud; vienen llorando, pero yo los consolaré y los guiaré;
los llevaré a torrentes de agua por un camino llano en el que no tropezarán.
Porque yo soy para Israel un padre y Efraín es mi primogénito".

Salmo Responsorial: Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Aun los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!"
Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iba llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. 

Segunda lectura: Heb 5, 1-6 
Hermanos: Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. Por eso, así como debe ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo, debe ofrecerlos también por los suyos propios.

Nadie puede apropiarse ese honor, sino sólo aquel que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. De igual manera, Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote; se la otorgó quien le había dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice otro pasaje de la Escritura: Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec.

Aclamación antes del Evangelio: 2 Tim 1, 10
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.

R. Aleluya.

Evangelio: Mc 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna.

Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".

Jesús se detuvo entonces y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego, diciéndole: "¡Ánimo! Levántate, porque él te llama". El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús.

Entonces le dijo Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?"
El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver".
Jesús le dijo: "Vete; tu fe te ha salvado".
Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.

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