sábado, 13 de abril de 2024

TOB - 3er Domingo de Pascua, El regalo del Perdón - Lc 24, 35-48


Al revisar nuestra vida, muchos de nosotros
encontraremos una u otra cosa de que lamentarnos. 

A veces, en nuestras conversaciones o actos,
esos recuerdos pueden dañarnos o dañar a otros.
Puede ser que recordemos no haber hecho algo
que podríamos haber hecho y que aunque quisimos no lo hicimos. 

Otras veces,
las experiencias de fracaso personal pueden parecer
tan pesadas y difíciles de superar que debemos luchar mucho
para liberarnos de ellas y seguir adelante.
Su peso puede chupar nuestras energías.
Muchas veces nos vemos volviendo a ellas una y otra vez.

Los primeros discípulos de Jesús
deben haberse sentido así antes, durante y después de la crucifixión de Jesús.
Antes, todos habían abandonado a Jesús. El Viernes Santo, su estado de ánimo estaba muy bajo y gris, de profundo pesar.
Luego de su muerte, deben haber sentido que su relación con Jesús había terminado.

En el Evangelio de hoy, las primeras palabras de Jesús resucitado a sus discípulos son: 'La paz esté con ustedes'.
Con estas palabras, los discípulos experimentan el perdón del Señor. 

El primer encuentro con el Señor resucitado se convierte en  una profunda experiencia de perdón.
Este fue el regalo del Señor resucitado para ellos.
A veces, el perdón puede ser un regalo difícil de aceptar, dudamos si verdaderamente estamos perdonados.
Pero cuando Jesús dijo: 'La paz esté con ustedes', respondieron con miedo, pensando que estaban viendo un fantasma.
Este Jesús resucitado les pregunta: "¿Por qué están tan nerviosos, y por qué dudan en sus corazones?"

A los confundidos y asustados discípulos
les tomó algo de tiempo darse cuenta que estaban perdonados.
Tuvieron que trabajar sus propias dudas y temores, y es sólo después de que ellos aceptan el regalo del perdón y lo creen,
son enviados como mensajeros del perdón del Señor a los demás.
Cuando el Señor resucitado está seguro que han aceptado el perdón
les encargar predicar a todas las naciones
el arrepentimiento sanador para el perdón de los pecados.

El perdón a los pecadores es tarea principal,
es la buena nueva del amor misericordioso de Dios.
Esto es lo que hace Pedro en primera lectura.
Él declara al pueblo de Jerusalén que,
aunque lo habían entregado a Pilato,
el perdón de Dios estaba disponible para ellos
si se volvían a Dios creyendo en Jesús.

La iglesia, fiel a la misión confiada a los discípulos proclamó a lo largo de los siglos
la buena noticia de que el perdón de Dios es más fuerte que el pecado humano.
Al resucitar a Jesús de entre los muertos y al mandarlo a los que lo habían rechazado y fallado,
Dios declara que él puede levantar a cualquiera de sus pecados.
El Jesús resucitado revela un Dios perdonador y fiel. La segunda lectura lo dice con claridad:
‘Si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: a Jesucristo, que es justo'.

Antes de recibir el regalo Pascual del perdón de Dios
que nos llega con el Señor resucitado,
debemos reconocer primero que necesitamos ese regalo. 

La segunda lectura nos dice que necesitamos 'admitir la verdad'.
La verdad es que siempre necesitamos el don del perdón de Dios. 
El arrepentimiento es el reconocer esa necesidad
y el pedirle a Dios el don del perdón.
En la primera lectura,
Pedro llama a la gente de Jerusalén a arrepentirse
y volverse a Dios para que sus pecados les sean borrados. 

En el Evangelio, Jesús resucitado envía a sus discípulos a predicar el arrepentimiento para el perdón de los pecados. 

 El Sacramento de la Reconciliación es una hermosa ocasión para admitir la verdad, reconocer nuestra necesidad de perdón de Dios
y pedirlo directamente.
El Señor resucitado nos dice al corazón: "La paz esté con ustedes".
Las palabras de la absolución incluyen la oración, 'a través del ministerio de la iglesia que Dios te conceda el perdón y la paz'.

Los primeros discípulos, al recibir y aceptar el don del perdón del Señor, son enviados como heraldos del perdón a los demás. 
Del mismo modo, quienes lo hemos recibido somos enviados a la misma misión. 

Como pecadores perdonados proclamamos con nuestras vidas
la presencia de un Dios que perdona y es siempre fiel.
Compartimos con los demás
el don que hemos recibido y aceptado del Señor.
Esto no siempre es fácil.
Si como dice el dicho: "errar es humano, perdonar es divino", entonces necesitamos ayuda divina para hacer lo que es divino. 

En los versículos posteriores a donde termina el evangelio de hoy, Jesús resucitado promete a sus discípulos enviarles el Espíritu Santo. Sólo con el poder del Espíritu Santo ellos serán capaces de tener éxito en la tarea que Jesús les confía. Necesitamos ese mismo Espíritu para perdonar, tal y como hemos sido perdonados.

"Ven Espíritu Santo,
llena mi corazón y enciende en mí el fuego de tu amor».

Podríamos siempre hacer esta corta oración,
especialmente en los momentos en que nos encontramos luchando
por transmitir a los demás el don del perdón que continuamos recibiendo de parte del Señor.

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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano – TOB – 3er. Domingo de Pascua

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Primera lectura: Hch 3, 13-15. 17-19
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato,
y a quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad.
Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor de la vida,
pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos.

Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes;
pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer.
Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados".
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Salmo Responsorial: Salmo 4, 2. 7. 9 (7ª)
Tú que conoces lo justo de mi causa,
Señor, responde a mi clamor.
Tú que me has sacado con bien de mis angustias,
apiádate y escucha mi oración. 
R. En ti, señor, confío. Aleluya.

Admirable en bondad
ha sido el Señor para conmigo,
y siempre que lo invoco me ha escuchado;
por eso en él confío. 
R. En ti, señor, confío. Aleluya.

En paz, Señor, me acuesto
y duermo en paz,
pues sólo tú, Señor,
eres mi tranquilidad.
R. En ti, señor, confío. Aleluya.
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Segunda lectura: 1 Jn 2, 1-5ª
Hijitos míos: Les escribo esto para que no pequen.
Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo.
Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.

En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos.
El que dice: "Yo lo conozco", pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud,
y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a él.
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Aclamación antes del Evangelio: Cf. Lc 24, 32
R.
Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas.
R. Aleluya.
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Evangelio: Lc 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles,
les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma.
Pero él les dijo: "No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior?
Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona.
Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo".

Y les mostró las manos y los pies.
Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: "¿Tienen aquí algo de comer?"
Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: "Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes:
que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos".


Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo:
"Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día,
y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén,
la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto"

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