domingo, 18 de julio de 2021

TOB - 15vo Domingo - Sanar y Reconcialiar - Mc 6, 7-13


Cuando las personas piden a un sacerdote que ore por ellos,
puede ser que quieran recuperar la paz mental al lidiar
con una enfermedad o con tensiones en la familia,
o de repente para resolver algún conflicto en sus vidas. 

La paz mental es altamente deseable, pero muchas veces, 
para que esto se logre, puede ser necesario algún tipo de reconciliación, o posiblemente una conversión o ambos. 

Tanto conversión como reconciliación son vitales para la sanación de la vida física y espiritual lo mismo que para curar las relaciones. En nuestro bautismo, todos fuimos sellados con el Espíritu y llamados por Dios a vivir de acuerdo con su plan de salvación 
y felicidad plena, pero por mis propias limitaciones y errores, 
mi curación puede necesitar en la práctica un cambio de actitud además de la gracia divina. 

La sanación puede ser física, emocional o espirituales, pero siempre involucra actitudes y estilo de vida diferentes y renovados, 
a veces hasta dolencias, dolores y traumas.

Cada uno de nosotros, a su manera, está llamado a ser un sanador. Todos nosotros podemos aprender el poder de la bondad, 
de pensar bien de otros, de una sonrisa, de una mano amiga, de la cercanía. Muchas veces, son nuestra faltas, preocupaciones, 
o nuestros temores las que nos limitan, nos hacen olvidar que hemos sido bendecidos con toda clase de bendición espiritual por la fuente de toda bendición, el Dios uno y Trino. 

En cada uno de nosotros hay un potencial sin explotar para estar bien y hacer el bien, para conectarnos con la fuente de todo bien. Vale la pena recordar que la paz no es solo la ausencia de problemas. Es más que nada y sobre todo, una positiva actitud de vida, es vivir en la alegría, dar y recibir amor, que nos da fuerzas y nos ayuda a manejar las dificultades, dolores y amenazas de la vida. Sus orígenes están en Dios mismo a quien el Antiguo Testamento llama Yahweh-Shalom, Dios de la Paz. Pero aquí, paz significa integridad, unidad, tranquilidad; una realidad que Dios quiere que todos compartamos unos con otros. Todos somos en cierto modo, enviados para compartir las bendiciones de Dios. Amos respondió al llamado y fue porque tenía una fuerte sensación de que Yahweh lo estaban enviando. De manera similar, los discípulos emprendieron el viaje porque Jesús los envió a ese viaje. Partieron libremente, pero en respuesta a una llamada, un envío.

Durante la Misa, oramos unos con otros, unos por otros, nos bendecimos unos a otros, nos apoyamos unos a otros, 
nos perdonamos unos a otros, nos tratamos con amor y compasión unos a otros. 

Una señora me pidió que ore por ella después de la misa y se quedaron conmigo unas treinta personas, todos orando por ella, 
pidiendo bendición y sanación por ella. Que hermosa experiencia de fuerza, de unidad y solidaridad. 
Éstas son las cosas que sanan y siempre están al alcance de todos. 

Por supuesto, la sanación es un proceso; al igual que el crecimiento mismo, lleva tiempo, 
pero ¿quién puede decir cuál será el efecto de esta aparente simple acción? 

Confiemos en Dios para completar con amorosa gracia lo que comenzamos con su ayuda y veremos las maravilla que obre en y por nosotros.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOB 15va Semana


Primera lectura: Am 7, 12-15
En aquel tiempo, Amasías, sacerdote de Betel, le dijo al profeta Amós: "Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; 
gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino".

Respondió Amós:
"Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos.
El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: 'Ve y profetiza a mi pueblo, Israel' ".

Salmo Responsorial: Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 (8)
Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Segunda lectura: Efesios 1, 3-14Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos
e irreprochables a sus ojos, por el amor, y determinó, porque así lo quiso,
que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos, para que alabemos y glorifiquemos la gracia
con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.

Pues por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia, con toda sabiduría e inteligencia,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegara la plenitud de los tiempos:
hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza.

Con Cristo somos herederos también nosotros. Para esto estábamos destinados, por decisión del que lo hace todo según su voluntad: para que fuéramos una alabanza continua de su gloria, nosotros, los que ya antes esperábamos en Cristo.

En él también ustedes, después de escuchar la palabra de la verdad, el Evangelio de su salvación, y después de creer, han sido marcados con el Espíritu Santo prometido. Este Espíritu es la garantía de nuestra herencia, mientras llega la liberación del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.

O bien: Ef 1, 3-10
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso, que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.

Pues por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Él ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia,
con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegara la plenitud de los tiempos:
hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza.

Aclamación antes del Evangelio: Ef 1, 17-18
R. Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes
para que podamos comprendamos cuál es la esperanza a que nos llama.

R. Aleluya.


Evangelio: Mc 6, 7-13 
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. 

Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.

Y les dijo: "Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos".

Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos
y los curaban.

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