domingo, 12 de mayo de 2024

TOB - 8vo Domingo - Santísima Trinidad - La plenitud del amor - Mt 28, 16-20

Dicen que "dos es compañía, tres son multitud", pero la fiesta de hoy lo tendría de otra manera. Allí, la figura tres simboliza la perfección y la simetría perfecta, y vuelve a aparecer en todos los momentos clave de la historia de Cristo, porque la vida de Jesús reflejaba constantemente la Trinidad de Dios. La Santísima Trinidad, el misterio que celebramos hoy, está más allá del alcance del tiempo y la comprensión del razonamiento humano.

Tres figuras componen la escena de la Natividad en Belén: la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Sus primeros visitantes fueron los tres hombres sabios. Más tarde, en el desierto, preparándose para comenzar su vida pública, Jesús fue tentado tres veces por el diablo. Una buena historia debería tener un comienzo, un medio y un final. Cristo fue un narrador por excelencia y tres figuras prominentes en sus parábolas. El hijo pródigo es sobre un padre y sus dos hijos; el buen samaritano habla del comportamiento de tres transeúntes, el sacerdote, el levita y el samaritano; el sembrador sembró su semilla en tres tipos diferentes de terreno, produciendo tres niveles diferentes de cosecha. El final de su vida, como el principio, tiene nuevamente los tres motivos. Durante su Pasión, Pedro lo negó tres veces. En el camino al Calvario, cayó tres veces. La escena de la crucifixión tiene tres figuras, Cristo entre dos ladrones. Antes de su resurrección, pasó tres días en la tumba.

Dios es amor. Hay tres personas en la Trinidad, el Padre el Hijo y el Espíritu Santo. Juntos representan la plenitud del amor. El Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre. El Espíritu Santo es su amor el uno por el otro. Estamos hechos a la imagen de un Dios trino. Dios el Padre, quien nos creó, su Hijo que nos salvó, y el Espíritu Santo que continúa guiándonos. Nuestras vidas deben reflejar la Trinidad. Debemos ser siempre creativos como el Padre, compasivos como su Hijo, y disponer de nuestros talentos al servicio de otros como el Espíritu Santo.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano TOB - Solemnidad de la Santísima Trinidad
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Primera lectura: Dt 4, 32-34. 39-40
En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo: "Pregunta a los tiempos pasados, investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra. ¿Hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, una cosa tan grande como ésta? ¿Se oyó algo semejante? ¿Qué pueblo ha oído sin perecer, que Dios le hable desde el fuego, como tú lo has oído? ¿Hubo algún dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio de otro pueblo, a fuerza de pruebas, de milagros y de guerras, con mano fuerte y brazo poderoso? ¿Hubo acaso hechos tan grandes como los que, ante sus propios ojos, hizo por ustedes en Egipto el Señor su Dios? 

Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro. Cumple sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tu descendencia, y para que vivas muchos años en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre''.
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Salmo Responsorial: Salmo 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22 (12b)
Sincera es palabra del Señor y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios. 
La palabra del Señor hizo los cielos y su aliento, sus astros;
pues el Señor habló y fue hecho todo; lo mandó con su voz y surgió el orbe.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios. 
Cuida el Señor de aquellos que lo temen en su bondad confían;
los salva de la muerte y en épocas de hambres les da vida.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios. 
En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestra amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros, Puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios. 
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Segunda lectura: Rom 8, 14-17
Hermanos: Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.

El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, 
da testimonio de que somos hijos de Dios. 
Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.
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Aclamación antes del Evangelio: Apoc 1, 8R. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea
y subieron al monte en el que Jesús los había citado.
 Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.

Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: 
"Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado;
y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".
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La presencia de Dios

"Todo cuanto hay en el ciclo está sostenido por la mano de Dios y todo lo que hay en la tierra se encierra en su puño. Pero la palabra de Dios, aunque aprovecha para la recta inteligencia de la fe, tiene, con todo, una mayor significación cuando se medita con el entendimiento que cuando se percibe con el oído, pues el ciclo, encerrado en la palma de su mano, es, a su vez, el trono de Dios, y la tierra misma, que se contiene en su puño, es el escabel de sus pies. Cuando se habla del trono y del escabel, no podemos entender la extensión de una forma corpórea en la posición de quien está sentado, pues lo mismo que le sirve de trono y de escabel, lo abarca aquella misma potente infinitud al encerrarlo en la palma y el puño, sino que con la comparación sacada de todas estas criaturas se ha de reconocer a Dios como inmanente y trascendente a ellas, lo que más las sobrepasa y lo que les es más interior, a la vez, lo que todo lo abarca y todo lo penetra. Con la palma de la mano y el puño con que todo lo contiene se muestra su poder sobre la naturaleza exterior, y el trono y el escabel manifiestan que las cosas exteriores están sometidas a aquel que está dentro de ellas, pues Dios está dentro de las cosas exteriores a él y a la vez encierra desde fuera todas las cosas interiores. Y así, él mismo en su totalidad abarca todo lo que está dentro y fuera de él; como infinito, no está lejos de nada, ni nada hay que no esté dentro de él, ya que es infinito.

Con estos piadosos pensamientos acerca de Dios se deleitaba mi alma, ocupada en el esfuerzo por alcanzar lo verdadero. Y no consideraba nada como digno de Dios, a no ser el decir que él está más allá de nuestra posibilidad de conocimiento de las cosas, de modo que en la misma medida en que la mente infinita se extienda hasta el límite de alguna idea, aunque sea sólo una conjetura, igualmente la infinitud de la eternidad sin límites será superior a toda infinitud de la naturaleza que pretenda abarcarla. Y aunque nosotros podamos con reverencia entenderlo, nos lo confirma de modo manifiesto e! profeta, cuando dice: ¿Adonde iré lejos de tu espíritu o adónde huiré de tu semblante? Si subiera al cielo, tú estás allí; si bajara al infierno, allí estás presente; si tomara mis plumas antes de la aurora y habitara en el extremo del mar, también allá me llevaría tu mano y me sostendría tu diestra (Sab 138,7-10). No hay ningún lugar sin Dios ni ninguno en que no esté Dios. Está en los cielos, está en el infierno, está más allá de los mares. Está dentro de todo como algo interior, todo lo trasciende como exterior. Del mismo modo que contiene es contenido; no hay ninguna cosa en la que esté sin estar en todas."

S. Hilario de Poitiers, La Trinidad, 1: 6.
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Oración: 
Oh, Dios, ¿qué sería de nosotros sin tus amorosas atenciones?
Ayúdanos a entender cuán pequeños y pobres somos cuando no reconocemos tu majestad infinita.
Danos aquella sabiduría que nos haga siempre humildes ante a ti y a los demás, de modo que imitemos a tu Hijo,
que se humilló a sí mismo asumiendo nuestra condición humana en todo menos en el pecado,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos,
amén.

De Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum" 
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