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Pablo
habla de Jesucristo al final de los tiempos entregando el reino a Dios el Padre.
El Prefacio de hoy repite esto, describiendo el reino de Cristo como uno
de
verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia. amor y paz.
Este ideal no debe ser simplemente una esperanza futura,
debemos trabajar más
bien en el presente.
El reino es nuestra esperanza, pero también está entre nosotros,
en proceso de ser. Es a la vez utopía y
realidad.
El evangelio nos dice cómo debemos hacer realidad plena
el reino de Dios entre
nosotros, en el aquí y ahora.
Lo hacemos presente cada vez que hacemos justicia
al hambriento,
al sediento, al desnudo y al oprimido.
Actuar de esta manera es imitar al mismo Rey Pastor que vemos en los Evangelios
como alguien que rescata de situaciones de alienación, que alimenta,
da
descanso, sana y fortalece. Entre sus últimas palabras
estaba una promesa al
ladrón que estaba siendo crucificado a su lado,
que sería envuelto por el amor
eterno de Dios, en el paraíso.
La mejor
manera de honrar a Cristo nuestro Rey
es trabajar para hacer realidad su reino
entre nosotros.
Todo lo que hacemos por el alivio de los débiles
y
desfavorecidos es también un servicio a Cristo,
porque él se identifica
personalmente
con las personas necesitadas.
El discípulo de Cristo Rey no puede
permitirse el lujo
de mantenerse cómodo, viviendo sólo para sí mismo
pensando: "Bueno,
le hago daño a nadie".
No puede ser sordo al llanto del prójimo necesitado
porque eso es
cerrar nuestros oídos a Cristo.
Ser ciego a la angustia del moribundo es
cerrarle los ojos.
Si seguimos a Jesucristo como nuestro Rey Pastor,
de alguna
manera debemos ser pastores nosotros mismos,
por su causa, obedeciendo su mandato.
"El reino de Dios no viene para ser visto y admirado, no crean cuando digan:
"Mira aquí está", o "Allí está", porque el reino de Dios está ya dentro de ustedes." (Lc 17, 20s).
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
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Primera Lectura: Dn 7, 13-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el
reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
y su reino jamás será destruido.
Salmo Responsorial: Salmo 92, 1ab. 1c-2. 5
Estás revestido de poder y majestad.
R. Señor, tú eres nuestro rey.
Tú mantienes el orbe y no vacila.
Eres eterno, y para siempre está firme tu trono.
R. Señor, tú eres nuestro rey.
Muy dignas de confianza son tus leyes
y desde hoy y para siempre, Señor,
la santidad adorna tu templo.
R. Señor, tú eres nuestro rey.
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Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel,
el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra;
aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre
y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre.
A él la gloria y el poder por los
siglos de los siglos. Amén.
Miren: él viene entre las nubes, y todos lo verán,
aun aquellos que lo
traspasaron.
Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa.
“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios,
el que es, el que era y el que
ha de venir, el todopoderoso”.
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Aclamación antes del Evangelio: Mc 11, 9. 10
R. Aleluya, aleluya.
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 18, 33-37
En aquel tiempo,
preguntó Pilato a Jesús:
“¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús le contestó:
“¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?”
Pilato le respondió:
“¿Acaso soy yo judío?
Tu pueblo y los sumos sacerdotes te
han entregado a mí.
¿Qué es lo que has hecho?”
Jesús le contestó:
“Mi Reino no
es de este mundo.
Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían
luchado
para que no cayera yo en manos de los judíos.
Pero mi Reino no es de
aquí”.
Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?”
Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy
rey.
Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad.
Todo el que es de
la verdad, escucha mi voz”.
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Este ideal no es sólo una esperanza futura, es una invitación para trabajar constantemente en el presente.
Incluso al final de su vida, sus últimas palabras fueron una promesa para el ladrón crucificado a su lado, que sería envuelto por el amor eterno de Dios, en el paraíso.
Si seguimos a Jesucristo como nuestro Rey-Pastor, también nosotros, de alguna manera debemos ser pastores para los que nos necesitan y los que tienen menos que nosotros, debemos velar por su bien.